Asentir o Desestabilizar, de Rafael Chirbes

Recientemente los lectores de Rafael Chirbes descubrimos la dimensión personal del escritor valenciano gracias a sus diarios, A Ratos Perdidos, publicados por Anagrama y de los que faltaría un último tomo por ver la luz. También fue Anagrama la encargada de publicar sus crónicas de viajes y sus escritos sobre literatura en diversas compilaciones, y es la misma editorial en la que figura toda la obra novelística de Chirbes. Podríamos así organizar este corpus literario en tres familias, tal vez cuatro, si entendemos que los artículos de viaje y los ensayos literarios, tanto unos como otros atravesados por los libros y la historia, son animales distintos.

Ahora es otra editorial, Altamarea, la que nos descubre los textos de crítica literaria escritos por Chirbes entre 1975 y 1980. El profesor Álvaro Díaz Ventas pone en orden y da contexto a multitud de artículos aparecidos en su momento en revistas contraculturales como Ozono y La Calle. En Asentir o Desestabilizar no falta la crítica a los cambios sociales que España experimentaba aquellos años, cambios tratados por Chirbes como una serie de trampantojos con los que el poder protegía al poder. Dado el carácter historicista con el que el escritor abordaba su trabajo, en realidad esos reproches están presentes de una forma u otra también cuando escribe sobre literatura.

Chirbes nos habla desde una época en la que lo viejo se mezcla con lo nuevo, porque en paralelo a las corrientes de transformación llega todo aquello que la censura ocultó durante décadas, como Galdós. Las librerías son blanco de las ametralladoras, y Chirbes ha estado en un puesto privilegiado porque su condición de librero le ha permitido acceder clandestinamente a obras de otra manera inalcanzables. Este bagaje y sus aprendizajes de la mano del profesor Carlos Blanco Aguinaga son algunos de los mimbres para su visión lúcida de la escena literaria.

Tanto como en su trayectoria posterior, en Asentir o Desestabilizar el escritor valenciano reivindica a los autores del realismo social, con Luis Martín-Santos y su Tiempo de Silencio a la cabeza, y se pregunta quién tomará el relevo. Al final del libro se recogen unas pocas entrevistas, de los hermanos Goytisolo a Martín Gaite, donde al alimón entre entrevistadores y entrevistados intentan resolver esa incógnita.

Como en cualquier otra circunstancia y por cualquier otro autor, Chirbes escribe con cierto miedo de salto al vacío, por no saber qué vendrá después, y como en todo lo que leamos de épocas pasadas, ese miedo queda invalidado, pero a la vez nos recuerda el salto pendiente ante nosotros: ahora también nos podría parecer que después de los creadores presentes no vendrá ninguno más, o a lo peor, otros llegarán que nos harán recordar el pasado con nostalgia.

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